Bailes
de pasión.
Capítulo
I. El bailarín perfecto.
El viejo
volante que sostenía entre mis dedos estaba arrugado y las letras comenzaban a
desdibujarse gracias a los dobleces a los que le había sometido los últimos
días. Mis ojos no podían apartarse de él y me era prácticamente imposible mirar
el trozo de papel sin imaginarme bailando en una gran pista en Chicago siendo
aclamada por los jueces del concurso que anunciaba el volante.
Desde siempre
había sido excelente en mis clases de baile, desde niña me gusta sentir la
música, saborearla y tocarla con mis dedos cuando bailo; es como sentirme
libre. El baile significa todo para mí y el hecho de tener la oportunidad de
ganar una beca para la mejor academia de baile del universo me llena de una felicidad infinita.
Con un sonoro
suspiro me levanté de la cama y comencé a prepararme para otro largo y aburrido
día de escuela, el tiempo para encontrar el bailarín perfecto se me estaba
acabando y yo estaba a punto de volverme loca de la desesperación. De verdad no
podía dejar pasar esa oportunidad cuando esa academia de baile se distinguía
por no otorgar becas más que una vez al año estudiantil y solo para alumnos de
nuevo ingreso.
—¿Estás bien?
—preguntó mi madre cuando me aparecí en la cocina—. Te veo un poco preocupada.
Volví a
suspirar y negué con la cabeza mientras cogía un tazón para prepararme un
cereal antes de ir a la escuela.
—No he logrado
encontrar al bailarín perfecto —confesé.
Mi madre
detuvo su trasteo en la cocina y me miró detenidamente por un largo tiempo,
sopesando el significado de mis palabras.
—La
convocatoria para presentar los vídeos termina en dos días —dijo casi
chillando.
—Estoy al
tanto —murmuré, más desilusionada que enojada—. Me he pasado las últimas
semanas haciendo entrevistas a todos los chicos que se inscribieron pero todos
parecían tener dos pies izquierdos y ni en un millón de años lograría que
bailaran bien para un vídeo y mucho menos para una presentación en vivo.
Vi a René
negar con la cabeza mientras regresaba a su trasteo para prepararle el desayuno
a mi padre.
—Charlie es un
buen bailarín —apuntó.
Solté una
risita baja a la par que me sentaba en el comedor de la cocina.
—Tú y yo
sabemos que mi padre tiene la gracia de un mono a la hora de bailar.
—Oye, los
monos son lindos —gruñó mi padre entrando a la cocina.
Moví la cabeza
de un lado al otro mientras sonreía. Presentarme al concurso con mi padre se me
había cruzado una vez por la cabeza sólo porque Alice lo había mencionado, pero
lo cierto era que mi padre no podía bailar nada que no fuera el vals que bailó
junto a mi madre el día de su boda, sin saber cómo ella le había enseñado los
pasos básicos de un vals y había logrado hacer que los aprendiera tan bien que
incluso diecisiete años más tarde mi padre podía repetirlos sin problema, pero
¿pedirle que bailara otra cosa? Simplemente era una pérdida de tiempo.
Vi cómo mi
padre se acervaba a mi madre y depositaba un casto beso en sus labios y luego
otro más en la frente, algo que hacía todos los días sin excepción. Sonreí ante
la escena. Cualquiera podría decir que encontrar un hombre amoroso y trabajador
era mi sueño después de haberme realizado como mujer, pero la verdad cuando
intentaba imaginarme en un futuro siempre me veía a mí misma sobre una pista de
baile desbordando el alma y las fuerzas hasta caer rendida. Nunca en mi futuro
había sido capaz de imaginarme al lado de un hombre y con hijos, ese sueño era
para otro tipo de chicas, a mí no me inmutaba en lo más mínimo quedarme soltera
el resto de mi vida mientras pudiera bailar y ser aplaudida por el público por
el resto de mis años futuros.
{…}
Más tarde ese
mismo día me encontraba con Alice en el pórtico de su casa mientras tomábamos
chocolate caliente que su madre había preparado
—Tengo que
conseguir a alguien para el concurso y tiene que ser pronto, no puedo dejar
pasar esta oportunidad —murmuré, perdiendo mi mirada en la vasta extensión de
terreno que tenía frente a mí.
La casa de mi
mejor amiga estaba construida en una especie de claro y la rodeaba una vasta vegetación
local. Me encantaba ir a su casa y perderme observando el bosque, aunque nunca
entrara en él porque soy pésima orientándome a mí misma.
—La misión bailarín perfecto está fracasando
—agregué desanimada.
—Te diría que
se lo pidas a Jazie, pero no estará disponible. Además odia bailar —suspiró
antes de tomar un pequeño trago de su bebida.
Suspiré. Su
novio era un excelente bailarín, sin embargo al ser un estudiante extranjero
con el próximo vencimiento de su licencia estudiantil y un estúpido que había
perdido sus papeles, tendría que pasar una larga temporada en México antes de
volver a Forks.
—¡Tengo una
idea! —chilló mi amiga.
Alice se puso
de pie con un movimiento increíblemente ágil, posible únicamente para una
persona tan pequeña como ella. Salió corriendo dentro de la casa y regresó
minutos después con libreta y bolígrafo en mano.
—No tengo
cabeza para explicarte mates, Alice —refunfuñé.
—No seas
tonta, Bellita —canturreó, regresando
a su lugar a mi lado—. Haremos una lista de chicos que no se presentaron a las
audiciones que hicimos pero que podrían ser buenos bailarines.
Me mordí el
labio y miré la hoja en blanco.
Seth
Clearwater
Asentí. El
chico era dos años menor que nosotras pero lo había estado observando días
atrás en su clase de gimnasia. Su profesor solía obligarlos a ejercitarse fuera
del gimnasio siempre que fuera posible y justo tres días atrás habíamos
coincidido y había tenido la oportunidad de darme cuenta de lo ligeros que eran
sus pies.
Mike
Newton.
—Haría
cualquier cosa por ti —explicó—. Incluso aprender a bailar.
Me encogí de
hombros. Newton no era precisamente lo que tenía en mente.
Jacob
Black.
Mi mejor amigo después de
Alice. Jake también haría cualquier cosa por mí y estaba segura que ir a bailar
con él sería lo mejor que me podría pasar en ese concurso, después de haber
ganado la beca, por supuesto.
—Creo que luego de haber
observado a toda la escuela y los participantes que se presentaron a nuestras
audiciones, estos serían tus clientes potenciales —dijo Alice arrancando la
hoja de su libreta.
—Iré a visitarlos —murmuré,
arrebatándole la lista de los dedos y poniendo mi taza de chocolate en el
suelo.
Me puse de pie de un salto y
comencé a bajar los escalones de la entrada de su casa.
—No olvides que la inauguración
de la tienda es a las ocho en punto —gritó Alice detrás de mí.
La fiesta de inauguración,
¿cómo podría olvidarla? Mi madre tenía meses vuelta loca con la idea. Mamá y
Esme, madre de Alice, habían decidido asociarse para crear su propia compañía
de jabones caseros y aromáticos, agua de lavanda y cuanto producto más saliera
de su mente y que sirviera para relajarte y oliera bien. Ese día a las ocho de
la noche sería la inauguración de la tienda de nuestras madres y obviamente
estábamos invitadas, como todo Forks.
—Apuntado —grité, rodeando mi
auto para subirme a él—. Gracias por el chocolate, felicita a Esme de mi parte.
Cerré la puerta detrás de mí
y encendí mi vieja camioneta, tenía apenas cuatro horas para convencer a alguno
de los chicos en mi lista y regresar para alistarme a la fiesta.
{…}
—¡Vamos, Jake,
es sólo para el concurso! —supliqué, juntando mis manos en forma de plegaria.
Estaba en el
garaje de Jacob luego de haber visitado a las otras dos personas de mi lista y
haber fracasado terriblemente. Jacob era mi única esperanza y no planeaba irme
de ahí hasta conseguir que él me acompañara al concurso, iba a utilizar hasta
la última artimaña que Alice había empleado conmigo en el pasado para
convencerlo.
—Ya te lo dije:
no bailo —contestó, pasando una mano desesperado por sus cabellos y tirando
disimuladamente de ellos—. Tengo dos pies izquierdos y lo único que haría es
dejarte en ridículo frente a esos jueces.
Bufé.
—Eso es
imposible, Jake. Vamos, te enseñaré las coreografías y sólo necesitarás
memorizarlas, no es tan complicado.
—Eso lo dice
una persona que practicó baile tan pronto aprendió a caminar. —ironizó.
—Justo por eso
lo digo, durante mi vida he visto a montones de personas que juraban que no
podían bailar, sorprenderse a sí mismos —mentí—. Así que, mueve tu trasero de
ese sofá y muéstrame lo que puedes hacer.
Jacob suspiró
exasperado, una cosa que llegaba a ser útil en él es que se exasperaba
demasiado pronto, por lo que convencerlo de algo era relativamente sencillo si presionabas
el tiempo justo.
Tomé la mano
de Jake y la coloqué en mi cintura mientras que la otra la enlazaba con la mía
y yo a su vez dejaba descansar mi mano derecha en su hombro. Imaginé cómo nos
veríamos así a ojos de los demás y sonreía al darme cuenta que mi amigo tenía
buen porte y que seguramente hacíamos una pareja fantástica.
Comencé a
moverme al ritmo de un vals imaginario y tranquilo, o bueno, intenté moverme ya
que Jacob tenía los pies pegados al piso y moverlo a él era como pedirle a las
montañas que se movieran.
—¿Tienes enredaderas
en los pies? —pregunté irónica—. ¡Muévete, Black!
—No quiero
lastimarte —contestó con una mueca de dolor.
—Solo es baile,
¿cómo podrías lastimarme? —inquirí divertida—. Solo muévete, ¿quieres?
Mi amigo
suspiró resignado y comenzó a mover sus pies lentamente al ritmo de mis pasos,
al principio lo hizo torpemente pero luego de algunos momentos logró coger el
ritmo y seguirme sin problema alguno. Sonreí internamente, al parecer la misión
bailarín perfecto había terminado y
rendido los frutos esperados.
Levanté la
vista con una sonrisa posada en mi rostro, pero cuando vi la mueca de dolor que
predominaba en la cara de mi amigo, mi sonrisa casi decayó.
—¿Quién te
está metiendo una estaca por el culo? —bromeé—. Quita esa cara de…
Ni si quiera
logré terminar la frase cuando chillé de dolor gracias a un fuerte pisotón que
Jake me dio.
—Lo siento, lo
siento —murmuró, alejándose de mí como si mi toque le produjera asco.
—Estoy bien,
Jacob, no fue nada —mentí—. Vamos, intentémoslo de nuevo.
—¿Estás loca? Esta
vez sólo fue un pisotón pero no sabemos qué pueda venir después. Lo siento Bella
pero yo no puedo ser tu pareja.
Observé a mi
amigo un largo tiempo mientras sentía las lágrimas formarse en mis ojos y el
nudo aparecer en mi garganta. El tiempo se estaba escurriendo entre mis dedos
como agua y no podía hacer nada para detenerlo, iba a perder esta oportunidad.
—Le he
preguntado a todo el pueblo, Jacob —sollocé—. Nadie quiere o puede ser mi
pareja para este concurso y estoy a punto de volverme loca, la recepción de los
vídeos cierra en dos días y yo necesito encontrar una pareja.
Mi amigo
suspiró una vez más y se acercó a abrazarme. Estaba llorando de verdad, el
mejor que nadie sabía lo que el baile significaba para mí y la importancia de
este concurso para mi futuro.
—¿Ya le
preguntaste a Cullen? —sugirió.
—¿Alice? —pregunté,
apartándome lo suficiente de su abrazo para poder verle la cara—. No puedo
llevarla a menos que la vista de hombre y aun así creo que no me dejarían
participar.
Jacob bufó.
—Me refería a
su hermano.
—¿Edward
Cullen? —me reí—. Jamás en la vida se lo preguntaría a ese idiota, sabes
perfectamente que lo detesto.
Mi amigo se
encogió de hombros y terminó el abrazo.
—Tienes razón,
pésima idea. Terminarías matándolo si pone un solo dedo sobre ti.
Me reí.
—No soy como
las putitas que acostumbra frecuentar —dije, negando con la cabeza.
—Bueno,
entonces tendrás que buscar tu bailarín estrella fuera de Forks.
Mordí mi labio
mientras pensaba cómo iba a conseguir un bailarín estrella en los próximos dos
días y que me diera tiempo de enseñarle la coreografía del vídeo y mandarlo al
concurso. Dios, estaba jugándome la vida con este concurso y nada parecía estar
a mi favor.
—Moriré si no
consigo alguien dentro de dos días —me quejé, dejándome caer en el sofá donde
antes había estado Jake.