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Annabella Giovannetti




Bailes de pasión.
Capítulo I. El bailarín perfecto.

El viejo volante que sostenía entre mis dedos estaba arrugado y las letras comenzaban a desdibujarse gracias a los dobleces a los que le había sometido los últimos días. Mis ojos no podían apartarse de él y me era prácticamente imposible mirar el trozo de papel sin imaginarme bailando en una gran pista en Chicago siendo aclamada por los jueces del concurso que anunciaba el volante.

Desde siempre había sido excelente en mis clases de baile, desde niña me gusta sentir la música, saborearla y tocarla con mis dedos cuando bailo; es como sentirme libre. El baile significa todo para mí y el hecho de tener la oportunidad de ganar una beca para la mejor academia de baile del  universo me llena de una felicidad infinita.

Con un sonoro suspiro me levanté de la cama y comencé a prepararme para otro largo y aburrido día de escuela, el tiempo para encontrar el bailarín perfecto se me estaba acabando y yo estaba a punto de volverme loca de la desesperación. De verdad no podía dejar pasar esa oportunidad cuando esa academia de baile se distinguía por no otorgar becas más que una vez al año estudiantil y solo para alumnos de nuevo ingreso.

—¿Estás bien? —preguntó mi madre cuando me aparecí en la cocina—. Te veo un poco preocupada.

Volví a suspirar y negué con la cabeza mientras cogía un tazón para prepararme un cereal antes de ir a la escuela.

—No he logrado encontrar al bailarín perfecto —confesé.

Mi madre detuvo su trasteo en la cocina y me miró detenidamente por un largo tiempo, sopesando el significado de mis palabras.

—La convocatoria para presentar los vídeos termina en dos días —dijo casi chillando.
—Estoy al tanto —murmuré, más desilusionada que enojada—. Me he pasado las últimas semanas haciendo entrevistas a todos los chicos que se inscribieron pero todos parecían tener dos pies izquierdos y ni en un millón de años lograría que bailaran bien para un vídeo y mucho menos para una presentación en vivo.

Vi a René negar con la cabeza mientras regresaba a su trasteo para prepararle el desayuno a mi padre.

—Charlie es un buen bailarín —apuntó.

Solté una risita baja a la par que me sentaba en el comedor de la cocina.

—Tú y yo sabemos que mi padre tiene la gracia de un mono a la hora de bailar.
—Oye, los monos son lindos —gruñó mi padre entrando a la cocina.

Moví la cabeza de un lado al otro mientras sonreía. Presentarme al concurso con mi padre se me había cruzado una vez por la cabeza sólo porque Alice lo había mencionado, pero lo cierto era que mi padre no podía bailar nada que no fuera el vals que bailó junto a mi madre el día de su boda, sin saber cómo ella le había enseñado los pasos básicos de un vals y había logrado hacer que los aprendiera tan bien que incluso diecisiete años más tarde mi padre podía repetirlos sin problema, pero ¿pedirle que bailara otra cosa? Simplemente era una pérdida de tiempo.

Vi cómo mi padre se acervaba a mi madre y depositaba un casto beso en sus labios y luego otro más en la frente, algo que hacía todos los días sin excepción. Sonreí ante la escena. Cualquiera podría decir que encontrar un hombre amoroso y trabajador era mi sueño después de haberme realizado como mujer, pero la verdad cuando intentaba imaginarme en un futuro siempre me veía a mí misma sobre una pista de baile desbordando el alma y las fuerzas hasta caer rendida. Nunca en mi futuro había sido capaz de imaginarme al lado de un hombre y con hijos, ese sueño era para otro tipo de chicas, a mí no me inmutaba en lo más mínimo quedarme soltera el resto de mi vida mientras pudiera bailar y ser aplaudida por el público por el resto de mis años futuros.

{…}

Más tarde ese mismo día me encontraba con Alice en el pórtico de su casa mientras tomábamos chocolate caliente que su madre había preparado

—Tengo que conseguir a alguien para el concurso y tiene que ser pronto, no puedo dejar pasar esta oportunidad —murmuré, perdiendo mi mirada en la vasta extensión de terreno que tenía frente a mí.

La casa de mi mejor amiga estaba construida en una especie de claro y la rodeaba una vasta vegetación local. Me encantaba ir a su casa y perderme observando el bosque, aunque nunca entrara en él porque soy pésima orientándome a mí misma.

—La misión bailarín perfecto está fracasando —agregué desanimada.
—Te diría que se lo pidas a Jazie, pero no estará disponible. Además odia bailar —suspiró antes de tomar un pequeño trago de su bebida.

Suspiré. Su novio era un excelente bailarín, sin embargo al ser un estudiante extranjero con el próximo vencimiento de su licencia estudiantil y un estúpido que había perdido sus papeles, tendría que pasar una larga temporada en México antes de volver a Forks.

—¡Tengo una idea! —chilló mi amiga.

Alice se puso de pie con un movimiento increíblemente ágil, posible únicamente para una persona tan pequeña como ella. Salió corriendo dentro de la casa y regresó minutos después con libreta y bolígrafo en mano.

—No tengo cabeza para explicarte mates, Alice —refunfuñé.
—No seas tonta, Bellita —canturreó, regresando a su lugar a mi lado—. Haremos una lista de chicos que no se presentaron a las audiciones que hicimos pero que podrían ser buenos bailarines.

Me mordí el labio y miré la hoja en blanco.

Seth Clearwater

Asentí. El chico era dos años menor que nosotras pero lo había estado observando días atrás en su clase de gimnasia. Su profesor solía obligarlos a ejercitarse fuera del gimnasio siempre que fuera posible y justo tres días atrás habíamos coincidido y había tenido la oportunidad de darme cuenta de lo ligeros que eran sus pies.

Mike Newton.

—Haría cualquier cosa por ti —explicó—. Incluso aprender a bailar.

Me encogí de hombros. Newton no era precisamente lo que tenía en mente.

Jacob Black.

Mi mejor amigo después de Alice. Jake también haría cualquier cosa por mí y estaba segura que ir a bailar con él sería lo mejor que me podría pasar en ese concurso, después de haber ganado la beca, por supuesto.

—Creo que luego de haber observado a toda la escuela y los participantes que se presentaron a nuestras audiciones, estos serían tus clientes potenciales —dijo Alice arrancando la hoja de su libreta.
—Iré a visitarlos —murmuré, arrebatándole la lista de los dedos y poniendo mi taza de chocolate en el suelo.

Me puse de pie de un salto y comencé a bajar los escalones de la entrada de su casa.

—No olvides que la inauguración de la tienda es a las ocho en punto —gritó Alice detrás de mí.

La fiesta de inauguración, ¿cómo podría olvidarla? Mi madre tenía meses vuelta loca con la idea. Mamá y Esme, madre de Alice, habían decidido asociarse para crear su propia compañía de jabones caseros y aromáticos, agua de lavanda y cuanto producto más saliera de su mente y que sirviera para relajarte y oliera bien. Ese día a las ocho de la noche sería la inauguración de la tienda de nuestras madres y obviamente estábamos invitadas, como todo Forks.

—Apuntado —grité, rodeando mi auto para subirme a él—. Gracias por el chocolate, felicita a Esme de mi parte.

Cerré la puerta detrás de mí y encendí mi vieja camioneta, tenía apenas cuatro horas para convencer a alguno de los chicos en mi lista y regresar para alistarme a la fiesta.

{…}

—¡Vamos, Jake, es sólo para el concurso! —supliqué, juntando mis manos en forma de plegaria.

Estaba en el garaje de Jacob luego de haber visitado a las otras dos personas de mi lista y haber fracasado terriblemente. Jacob era mi única esperanza y no planeaba irme de ahí hasta conseguir que él me acompañara al concurso, iba a utilizar hasta la última artimaña que Alice había empleado conmigo en el pasado para convencerlo.

—Ya te lo dije: no bailo —contestó, pasando una mano desesperado por sus cabellos y tirando disimuladamente de ellos—. Tengo dos pies izquierdos y lo único que haría es dejarte en ridículo frente a esos jueces.

Bufé.

—Eso es imposible, Jake. Vamos, te enseñaré las coreografías y sólo necesitarás memorizarlas, no es tan complicado.
—Eso lo dice una persona que practicó baile tan pronto aprendió a caminar. —ironizó.
—Justo por eso lo digo, durante mi vida he visto a montones de personas que juraban que no podían bailar, sorprenderse a sí mismos —mentí—. Así que, mueve tu trasero de ese sofá y muéstrame lo que puedes hacer.

Jacob suspiró exasperado, una cosa que llegaba a ser útil en él es que se exasperaba demasiado pronto, por lo que convencerlo de algo era relativamente sencillo si presionabas el tiempo justo.

Tomé la mano de Jake y la coloqué en mi cintura mientras que la otra la enlazaba con la mía y yo a su vez dejaba descansar mi mano derecha en su hombro. Imaginé cómo nos veríamos así a ojos de los demás y sonreía al darme cuenta que mi amigo tenía buen porte y que seguramente hacíamos una pareja fantástica.

Comencé a moverme al ritmo de un vals imaginario y tranquilo, o bueno, intenté moverme ya que Jacob tenía los pies pegados al piso y moverlo a él era como pedirle a las montañas que se movieran.

—¿Tienes enredaderas en los pies? —pregunté irónica—. ¡Muévete, Black!
—No quiero lastimarte —contestó con una mueca de dolor.
—Solo es baile, ¿cómo podrías lastimarme? —inquirí divertida—. Solo muévete, ¿quieres?

Mi amigo suspiró resignado y comenzó a mover sus pies lentamente al ritmo de mis pasos, al principio lo hizo torpemente pero luego de algunos momentos logró coger el ritmo y seguirme sin problema alguno. Sonreí internamente, al parecer la misión bailarín perfecto había terminado y rendido los frutos esperados.

Levanté la vista con una sonrisa posada en mi rostro, pero cuando vi la mueca de dolor que predominaba en la cara de mi amigo, mi sonrisa casi decayó.

—¿Quién te está metiendo una estaca por el culo? —bromeé—. Quita esa cara de…

Ni si quiera logré terminar la frase cuando chillé de dolor gracias a un fuerte pisotón que Jake me dio.

—Lo siento, lo siento —murmuró, alejándose de mí como si mi toque le produjera asco.
—Estoy bien, Jacob, no fue nada —mentí—. Vamos, intentémoslo de nuevo.
—¿Estás loca? Esta vez sólo fue un pisotón pero no sabemos qué pueda venir después. Lo siento Bella pero yo no puedo ser tu pareja.

Observé a mi amigo un largo tiempo mientras sentía las lágrimas formarse en mis ojos y el nudo aparecer en mi garganta. El tiempo se estaba escurriendo entre mis dedos como agua y no podía hacer nada para detenerlo, iba a perder esta oportunidad.

—Le he preguntado a todo el pueblo, Jacob —sollocé—. Nadie quiere o puede ser mi pareja para este concurso y estoy a punto de volverme loca, la recepción de los vídeos cierra en dos días y yo necesito encontrar una pareja.

Mi amigo suspiró una vez más y se acercó a abrazarme. Estaba llorando de verdad, el mejor que nadie sabía lo que el baile significaba para mí y la importancia de este concurso para mi futuro.

—¿Ya le preguntaste a Cullen? —sugirió.
—¿Alice? —pregunté, apartándome lo suficiente de su abrazo para poder verle la cara—. No puedo llevarla a menos que la vista de hombre y aun así creo que no me dejarían participar.

Jacob bufó.

—Me refería a su hermano.
—¿Edward Cullen? —me reí—. Jamás en la vida se lo preguntaría a ese idiota, sabes perfectamente que lo detesto.

Mi amigo se encogió de hombros y terminó el abrazo.

—Tienes razón, pésima idea. Terminarías matándolo si pone un solo dedo sobre ti.

Me reí.

—No soy como las putitas que acostumbra frecuentar —dije, negando con la cabeza.
—Bueno, entonces tendrás que buscar tu bailarín estrella fuera de Forks.

Mordí mi labio mientras pensaba cómo iba a conseguir un bailarín estrella en los próximos dos días y que me diera tiempo de enseñarle la coreografía del vídeo y mandarlo al concurso. Dios, estaba jugándome la vida con este concurso y nada parecía estar a mi favor.

—Moriré si no consigo alguien dentro de dos días —me quejé, dejándome caer en el sofá donde antes había estado Jake.


¿Qué pasa cuando bailar se convierte en lo más importante en tu vida? Isabella Swan está volviéndose loca porque no consigue una pareja para el concurso más importante en su vida y, justo cuando está por vencerse y abandonar su sueño, la persona que menos esperaba la sorprende con sus pasos de baile: Edward Cullen, hermano de su mejor amiga y un egocéntrico al que ella odia más que nadie. ¿El baile justo, dos cuerpos sudorosos y la música como aliada lograrán que este par deje de odiarse a muerte? ¿El derroche de pasión entre ambos logrará que el amor se despierte?

Y quí estoy de vuelta con la reedición de este Fanfic que tanto estuvieron preguntando durante estos años. ¡Aquí está! Con nuevas escenas, mejor planteado y con una calidad superior al primer borrador que leyeron hace unos cuantos años... ¿tenías curiosidad de saber qué pasaba con estos dos? ¡Esta es tu oportunidad!
Lo veo tendido en la cama del hospital, parece agitado como si algo le preocupara. Sostengo su mano y le doy un ligero apretón para tranquilizar su sueño de una u otra manera; me aventuro a besar su frente, mis labios apenas rosan su bronceada piel pero aun así soy capaz de sentir el fuerte aleteo de las mariposas en mi estómago. Mis dedos delinean su mejilla, inmortalizando ese hermoso rostro en mi memoria. Una memoria que está condenada a recordar todo con lujo de detalles, como si se tratase de una cinta que se reproduce una y otra vez en mi cabeza. Torturándome... siempre torturándome.

La gente dice que la mente es subjetiva, que uno puede decidir qué olvidar y qué no; pero eso no se aplica a mí. Soy una criatura que está condenada a recordarlo todo. Absolutamente todo. Soy una criatura que le da paz a la mente de las personas, pero que no puede acallar el bullicio que se reproduce dentro de la suya.

Las personas deben olvidar algunas cosas para darle lugar a otras nuevas. Y yo soy la encargada de hacer que olviden. Nací con un extraño 'don' que me condena a absorber los recuerdos de las personas para poder mantener mi cordura. Vivo entre las penumbras, moviéndome entre los humanos como una invisible corriente de viento... como un fantasma.

Cada vez que alguien olvida algo que vivió, o cuando los recuerdos se hace tan tenues que ya no vale la pena esforzarse por recordar, quiere decir que yo he estado ahí. Tengo el poder de resetear por completo la memoria de los demás, pero rara vez lo hago, no solo porque necesito mucha concentración para hacerlo, sino que no estoy muy dispuesta a utilizar mi poder en darle completa paz a los débiles seres que habitan este mundo. Lo que usualmente hago es tomar ciertos recuerdos y dejarlos tan difusos que la gente normalmente olvida que vivió eso.

Nunca amé mi don, ¿quién quiere estar condenado a vivir eternamente, reseteando mentes y absorbiendo recuerdos que jamás podrá olvidar? Yo no, nunca quise este poder... nunca, hasta este momento.

Acaricio nuevamente la frente de mi amado, y me duele pensar que estoy a minutos de borrarme de la mente del único hombre que he amado. No seré un recuerdo difuso en su memoria, me desapareceré por completo de sus recuerdos; sustraeré todos nuestros momentos juntos, y haré que me olvide para siempre. Así no podré lastimarlo nunca más.

-Mi querido, Chris -susurro, colocando ambas manos en su frente. Él frunce el ceño ante la temperatura de mis manos-. Tranquilo, amor mío, pronto te habrás librado de mí y mis recuerdos... y podrás continuar con tus días como si yo nunca no me hubiese cruzado en tu camino.

Trago mis ganas de llorar y me concentro en evocar aquellos momentos que deseo erradicar. Una lágrima furtiva logra escapar de entre mis ojos cerrados, pero decido ignorarla y me concentro en mi objetivo; salvarle la vida a Christopher... Navego entre los recuerdos de mi eterno enamorado, experimentando lo que él sintió en cada momento de su vida, sintiéndome como si fuera él.

Entre sus memorias logro pescar aquel hermoso momento en que nos conocimos. Me veo sentada en una banca, tomando pequeños sorbos de mi café, envuelta en mi lectura. Llevo ese horrendo suéter gris que me queda varias tallas más grandes y tiene el dibujo de un gran gato blanco en el centro, mis botines a juego y un par de pantalones entallados. Pero por alguna extraña razón él me mira y es incapaz de alejar la vista de mí. Le parezco frágil, y dentro de él explota la absurda urgencia de protegerme, así que se acerca hasta donde estoy.

-Hola -murmura, cuando está frente a mí.

Recuerdo que su voz casi nasal me exasperó en sobre manera al interrumpir mi lectura en el mejor momento. Levanto la mirada hacia él, mi ceño se frunce y mis labios hacen una mueca de desagrado... y él piensa que luzco endemoniadamente adorable.

- ¿Qué quieres? -gruño.

- ¿Esperas a alguien?

-Eso no sería de tú incumbencia -respondo, volviendo a mi lectura en un claro ademán demostrando que no me interesa hablar con él, pero para mí desgracia, él es persistente.

- ¿Por qué?

Intento respirar calmadamente, pero obviamente fallo. Cierro mi libro y lo fulmino con la mirada, mi mandíbula está tensa y tengo unas ganas inmensas de atizarle un buen golpe.

- ¿Cómo te llamas? -pregunta, ajeno a mi exasperación.

-Aisha -respondo entre dientes, esperando que se vaya después de saber mi nombre.

-Qué extraño -musita, dibujando una sonrisa burlona en su rostro.

Las ganas de golpearlo solo aumentan en mi interior, y siento la necesidad de defender la procedencia de mi nombre, el cual pienso seriamente que es bastante lindo.

-Significa 'vida' -informo, observándolo con desprecio-. Y hace referencia a la esposa favorita de Mahoma.

-Sigo pensando que es extraño -se encoje de hombros.

Me pongo de pie, pensando que mi lectura oficialmente se echó a perder gracias a ese grandísimo idiota.

- ¿Cuál es tu nombre, de todos modos? -espeto.

-Christopher -responde, sonriendo.

Y esa sonrisa inocente y bastante infantil, hace que algo en mi endurecido interior, surja de nuevo a la vida.

Salgo del recuerdo y aprieto mis ojos con fuerza para evitar que más lágrimas se derramen. He hecho eso miles de veces y debo estar concentrada. Aparto mis emociones y trato de romper el puente entre mi cerebro y mi corazón para poder hacer bien mi trabajo, cuando el puente parece más inestable, me centro de vuelta en las memorias de Christopher.

Imagino sus memorias como un tejido, cada una interconectada con otros tantos recuerdos, tomo nuestro primer momento juntos, y tiro de él con fuerza para deslindarlo del resto. Una hebra en color azul fluorescente flota en mi mano; la atrapo con ambas manos y la estiro con todas mis fuerzas, rompiendo las sensaciones que unen esos recuerdos y destruyendo los sentimientos que se desataron en ese instante, hasta que en mis manos solo queda un puñado de polvo ennegrecido.

Son sus memorias marchitas, lo que significa que ese recuerdo no estará más en su mente... como si nunca lo hubiera vivido.

No me doy tiempo para pensar en lo que he hecho, inmediatamente comienzo a navegar otra vez en su mente, buscando mi próximo recuerdo que destruir. Mi corazón está encogido en mi pecho y hay un grueso nudo en mi garganta que no me puedo tragar, pero me preocupo solamente en terminar mi tarea para que él pueda volver a la vida. El siguiente recuerdo llega y se estrella contra mí, provocando miles de sensaciones imposibles de ignorar.

Me veo a través de sus ojos llenos de amor, mi cabello está revuelto, comparable a la melena de un león. Mis ojos siguen cerrados, y sé por los sentidos de Chris, que estoy profundamente dormida en sus brazos. Su mano se levanta y traza el pómulo sobresaltado de mi rostro que está teñido de un rosa que a él le parece encantador. Suelta un suspiro quedo y me estudia a conciencia, queriendo recordar por siempre mi rostro sereno al dormir; él desea poder tenerme así por siempre, poder verme dormir acurrucada en su pecho todos los días, y que al despertar lo primero que vean sus ojos sean un par de lagos azules centrados en el rostro más hermoso que él ha visto. Puedo sentir su amor casi devoto hacia mí; él sabe que haría cualquier cosa por mi bienestar, y tener ese conocimiento causa estragos en mi interior.

Nuevamente salto fuera del recuerdo que me ha absorbido y lo tomo con ambas manos, estas tiemblan pero lo ignoro mientras tiro fuertemente de esa memoria y la destruyo. Una parte de mí me grita que no sea malvada y que lo deje, pero sé que esa parte egoísta de mí no me llevará a ningún lado; si dejo esos recuerdos en él, él jamás despertará y lo estaré condenando a dormir por siempre en una cama de hospital, sin poder hablar, sin poder ver cómo pasa el tiempo y sin que pueda vivir su vida.

Conforme voy destruyendo sus memorias, me voy debilitando más y más. Me cuesta cada vez más destruir sus recuerdos y el temblor en mis manos es incontrolable y violento. Mi pobre y triste corazón parece muerto, es como si no latiera más en mi pecho y en su lugar quedase un agujero negro que lo absorbe todo... Al terminar mis manos están heladas y el sudor escurre por mi frente, mi camiseta está empapada y mi cuero cabelludo pica; mis piernas tiemblan débilmente, incapaces de sostenerme.

-Mi Chris... -susurro, llorando abiertamente-, lo siento, amor mío... lo siento tanto...

Limpio mi nariz con el dorso de mi mano, es asqueroso, pero en esos momentos realmente no me importa nada. Mi trabajo está casi terminado, sólo me falta sellar su mente y habré acabado... Y él me habrá olvidado para siempre.

- Ideas, imágenes, sentimientos... -susurro, tomando sus manos entre las mías mientras lágrimas silenciosas siguen deslizándose por mi rostro- de todo esto que retienes fuertemente, lo nombrado saldrá de tu mente.

Siento como si toda mi fuerza me fuese arrebatada, me siento abatida y soy incapaz de sostenerme en pie. Me desplomo en el suelo, deseando fervientemente quedarme ahí y desintegrarme hasta desaparecer, pero sé que eso no sucederá nunca, pues estoy condenada a vagar por el mundo como un alma en pena, absorbiendo recuerdos y sin poder ser amada nunca por un mortal. Es mi legado. Mi madre estuvo condenada a lo mismo, y su madre también... sólo seré libre cuando en mi vientre sea sembrada la semilla de Shaitán. Luego seré arrastrada hasta un reino de fuego y pasaré por la condena a la que estoy destinada a cumplir por la sangre que corre en mis venas.

Las lágrimas siguen su camino despreocupado por mis mejillas y muerdo mis labios para retener los sollozos en mi garganta; siento como mi corazón late con extrema fuerza y lastima mi pecho, siento mi cabeza palpitar y mis manos tiemblan con fuerza, pero me impulso hacia arriba y me dirijo a la puerta. Le doy una mirada sobre mi hombro, sus recuerdos se han ido, pero permanecerán grabados en mi mente por el resto de mi solitaria existencia.

-Adiós, ojos cafés -susurro bajo mi aliento pesado.

Y salgo de su vida para siempre.

[...]

Entro en la casa hermosamente decorada. Han pasado treinta años desde que le dije adiós al mortal que mi corazón amará mientras este siga latiendo en mi rígido pecho, y aún conservo su retrato grabado en mi memoria como si hubiera sido ayer cuando borré sus recuerdos. Me he dedicado a hacer mi trabajo y esperar pacientemente a que Shaitán suba a la Tierra para sembrar su semilla en mí y darme la libertad que tanto he añorado. No me he vuelto a liar con los mortales, he decidido pasar desapercibida, moviéndome junto a las sombras de la noche e irrumpiendo los sueños de los mortales para formatear sus débiles y sensibles mentes. Sólo así estoy segura de no volver a caer en la destrucción que conlleva enamorarse.

Mis pasos son como un susurro sobre el fino piso de madera, mi andar es grácil y despreocupado mientras me deslizo furtivamente hasta el lecho matrimonial, para liberar la aterradora mente de una mujer que ha sufrido cientos de actos de violencia cuando niña. He venido a darle paz a su mente para que pueda continuar con su vida.

Me posiciono a su lado, coloco mis manos en su frente y cierro los ojos mientras me adentro en sus recuerdos. Lo primero con lo que me topo son unos hermosos ojos cafés que la miran con ternura. Un par de ojos grandes, flaqueados de largas pestañas negras; ojos que trasmiten cientos de emociones al verlos, que te permiten observar más allá de su alma, conocerle...

Asustada, aparto las manos de su frente. Yo conozco esos ojos cafés tan cristalinos, estoy segura que no puede haber dos pares de ojos como aquellos. Mi mirada vuela hacia el cuerpo que está al lado de la mujer, y mi corazón da un salto cuando lo miro. Ha envejecido, ahora usa bigote y hay unas cuantas canas de asoman de entre su cabello oscuro, pero es él. No cabe duda.

Antes de que pueda detenerme, mi mano ha comenzado el camino hacia su frente para espiar sus sueños. Tengo miedo, pues no sé con qué voy a encontrarme, sé que será difícil experimentar el amor que él siente por la mujer que duerme en su lecho, pero necesito sentirlo... Llámenme masoquista, pero necesito saber que él pudo continuar sin mí.

Mis dedos rosan su frente, lo escucho suspirar tranquilo y su semblante se relaja. Veo a su esposa en sus recuerdos, a decir verdad, ella lo eclipsa todo, pero hay una parte de su mente que parece oscurecida, llamada por la tentación me dirijo hacia allí y no puedo callar el jadeo que sale de entre mis labios cuando veo mi rostro en su memoria.

Alejo mi mano de su frente con rapidez, pues temo que él me haya visto y que lo que esté viendo sea el reflejo de mi propio cuerpo doblado hacia él mientras indago en su mente. Pero no, él sigue pacíficamente dormido.

-Chris -susurro, muy bajito para que no pueda escucharme.

Me atrevo a inclinarme y rosar mis labios con los suyos, y eso basta que el calor vuelva a mí. Siempre lo amaré, lo sé... No importa cuánto tiempo pase, ni que fuese capaz de formatear mi propia memoria, lo amaré por siempre porque en mi corazón, su nombre está grabado tal cual hierro.

Me doy la vuelta, dispuesta a irme, pero entonces un débil susurro llega a mis oídos.

-Mi Aisha... -él murmura entre sueños, lo veo suspirar y luego sonríe.

Una sonrisa se dibuja en mi rostro. Él aun me ama... su corazón todavía me pertenece.
Bienvenidos sean todos a mi nuevo espacio. En este blog me dedicaré más que nada a escribir y a publicar mis pequeñas novelas e historias que vaya cocinando en mi pequeña cabecita. Vamos a ir desde Fanfics de Twilight, que son mi iniciación en el mundo de la escritura, como con historias de personajes que he creado yo misma.

Gracias a las personas que se queden por acá y que me lean, se los agradezco enormemente.
Les mando un beso y pronto estaré publicando algo por acá.
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¡Hola! Mi nombre es Anna y soy una estudiante de mercadotecnia a la que le encanta escribir. Me encanta leer, sobre todo fantasía, pero escribo mayormente romance y drama.


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